11.06.2007

De lo que pasó después de la Guerra Civil Española

Hay ciertas cosas de las que nunca deberíamos de olvidarnos y hoy me han contado una de esas historias que se te quedan grabadas en el corazón porque te llegan a lo más profundo del alma, de esas que alcanzan el espíritu, de esas que te desgarraban la sensibilidad, eso de lo que algunos parecen carecer incompresiblemente para los que si gozamos y sufrimos esa cualidad del ser humano. Digo todo esto sin ánimo de apoyar o criticar algo que hoy día está siendo sometido a debate en distintos corrillos más o menos informados pero que tienen muy clara la postura que deben mostrar de acuerdo al título que un día se otorgaron y que tienen que defender a capa y espada, sin hacer ninguna concesión al rival y sin dejar ninguna posibilidad abierta ya no a su posible equivocación sino simplemente a la duda sobre si algo puede variar en realidad algún ápice sobre la idea que nosotros tenemos de un determinado asunto. Me estoy refiriendo al debate que hoy en día existe acerca de la “Ley de la Memoria Histórica” y a las dos posiciones que, como viene siendo tradición en este país, se enfrentan en casi cualquier situación y se muestran totalmente contrarios a estar de acuerdo en nada, los derechistas y los de izquierdas.
Cómo ya dije antes no pretendo defender ni atacar esta ley o proyecto de ley porque no sé realmente que supone la misma, ni conozco su contenido del todo por lo que no me siento capacitado para dar una opinión de la misma y no voy a dejarme guiar por lo que me digan desde un partido u otro de los que ahora mismo tienen poder en España, ya que primeramente no me siento afín del todo a ninguno y tampoco me voy a dejar guiar por partidos que normalmente defienden una posición determinada simplemente porque su antagonista defiende la contraria.
Y ahora, después de esta pequeña introducción acerca de que es lo que pretendo y lo que no pretendo hacer con este artículo y después de dejar ver parte de mi forma de pensar voy a contaros esa historia que ha llegado hoy a mis oídos y que no me dejaba tranquilo si no me ponía delante del ordenador y la escribía; hoy no me podía dormir sin hacerle un hueco a esta historia en el recuerdo de todos aquellos que lean este humilde blog y hayan aguantado esta tediosa introducción consiguiendo llegar a este punto.
Que cada uno sienta lo que pueda…Y utilizo el verbo sentir en lugar de pensar porque estas cosas no se piensas, sino que se sienten. Y tampoco digo que cada uno sienta lo que quiera, sino lo que pueda, lo que le dejen su corazón y sus prejuicios o sus ansias de dejar claro a qué bando pertenecen…
Resulta que allá por los años de la posguerra española, y estoy hablando de la posguerra ojo, es decir, ya había pasado ese tiempo en el que tanto Republicanos como Nacionales dejaban su condición humana a un lado para ser todo lo crueles y despiadados que podían ser con sus enemigos, ya había pasado el tiempo de guerra en el que muchos adquirieron el carné de Facha o Rojo “per suculum seculorum” cuando ni siquiera sabían de lo que hablaban y aquel tiempo en el que entiendo perfectamente que un hombre dejara de ser hombre para ser monstruo cuando veía como a algún ser querido era torturado o asesinado sin piedad alguna… Y es que eso tienen las guerras, los seres humanos dejamos de ser humanos para ser alimañas sedientas de venganza contra todo aquel que sienta afinidad para con quien nos arrebató a algún ser querido, da igual el bando, da igual la ideología, ya da igual todo, porque se matan muchas más personas de las que dejan de respirar, muchas más de las que mueren físicamente…A muchas, se les mata el espíritu, el alma, la humanidad,…
Bueno como iba diciendo, perdonad tantas interrupciones, allá por los tiempos de la posguerra española había un grupo de jóvenes de unos veinte o veintitantos años aproximadamente que un mal día encontraron como entretenimiento disfrazarse de curas y monaguillos y realzar un teatrillo entre ellos en el que iban a “oficiar” un bautizo a un perro, una idea absurda, tonta o como la queráis ver pero bueno eran tiempos en los supongo que costaba encontrar motivos para reír o pasar un rato divertido entre amigos. No sé cómo este teatrillo que hicieron este grupo de amigos llegó a los oídos del cura del pueblo al que no le sentó nada bien parece ser que se bromeara o que se frivolizara con el santo sacramento del bautismo. De modo que hizo llegar este hecho a las autoridades, las cuáles comenzaron a buscar a los responsables de tamaña “atrocidad” o blasfemia. Uno de los muchachos que estuvo en aquella desafortunada broma, enterado de que lo buscaban para “interrogarlo”, se escondió en una tinaja de vino que había en su casa. Era una tinaja de las antiguas, en las que cabía perfectamente una persona. Se ocultó allí unos días ya que “se olía” que nada bueno le iba a pasar si lo cogían aquellos que andaban investigando dónde podía estar. A los veinte días aproximadamente del suceso, el muchacho en cuestión, después de hablar con su hermana, la cual insistía en que él no había hecho nada y que saliera tranquilamente de su escondite, que no le harían nada porque no había hecho nada grave, decidió salir de su refugio y volver a hacer su vida normal. Pero no pasó mucho tiempo hasta que las autoridades del régimen llegaron a su casa cuando estaba trabajando y con el mono puesto se lo llevaron para “interrogarlo”. Sus peores augurios iban llenando su cabeza conforme iba pasando los segundos hasta que llegó al lugar donde se produjo el breve interrogatorio, tras el cuál tuvieron la delicadeza de permitirle que volviera a despedirse de su familia. El desgraciado joven así lo hizo, pero no quiso decir nada a sus seres queridos, sólo dejó sus pertenencias repartidas para sus hermanos sin que estos se percataran. Poco después estaba ya junto a otros hombre en el lugar donde iba a respirar el aire de este mundo por última vez, él último sitio que sus ojos iban a poder ver, el último sitio donde iba a poder sentir,…Y su vida fue sesgada en uno de tantos fusilamientos que en esa época se llevaron a cabo.
Pero la historia no acaba aquí, no, ahora queda la angustia de una familia que no ve volver a un ser querido que se llevaron para interrogarlo, una familia que no recibe respuestas, ni noticias acerca de donde está esa persona…Es su hermano quien comienza a investigar y mediante sobornos (algunos hablan de una médium que ayudó a encontrar el lugar donde podía estar el joven desparecido), logra que le digan el lugar, la fosa en la que se encontraba su hermano, desvaneciéndose las pocas esperanzas de que el muchacho siguiera vivo que podía tener una familia de una sociedad que se estaba acostumbrando a este tipo de horribles situaciones. Cuentan que la madre pidió al hermano del fusilado que le trajera algo de su hermano para que ella pudiera creerse que estaba allí y que estaba muerto, quizás aunque agrandaría su dolor por otro lado descansaría al saber donde se encontraba su hijo, al saber donde poder ir a llorarle. Así que su hermano fue al cementerio donde le habían dicho que estaba nuestro malogrado protagonista y ofreciéndoles todo lo que tenía a los trabajadores del cementerio a los que podría comprometer si lo descubrían allí, consiguió llegar a la fosa donde encontró a su hermano, boca abajo, encima de su amigo (con el que hizo aquel teatrillo) y el que por cierto dejó mujer e hijos, y como le había encomendado su madre le cortó un mechón de pelo y un trozo del mono de trabajo que llevaba el día en el que se lo llevaron. Así la madre pudo saber que allí estaba su hijo, así pudo romper a llorar por fin…Así, según me cuentan, la hermana del fusilado, empezó a morir de pena, de ver que había podido tener algo que ver en la muerte de su hermano…Así perdió la vida uno de tantos, uno de tantos que sin razón alguna perdieron la vida. Creo que lo mínimo que podemos hacer por ellos, es brindarles nuestro recuerdo…
Que cada uno, ahora, sienta lo que pueda…